Sólo me apetece...

Abrazarte hasta que la delgada línea de oxígeno que nos separa desaparezca por completo.

Mirarte hasta que mi cristalino lo desenfoque todo menos a ti.

Hablarte hasta quedarme sin voz.

Besarte hasta que los labios me quemen al contacto de tu piel.

Acariciarte hasta que la huella dactilar desaparezca de mis dedos.

Escucharte hasta hacer de tu voz la banda sonora de mi vida.

Quererte hasta que duela.

Y, sí. Parece que ese es el plan.

3' 57''

Y vivir la vida a cada 3 minutos 57 segundos.

Sí, no sé si me explico.

Que ahora pienso esto y dentro de 3 minutos 57 segundos, pienso justo lo otro.

Y parece que lo primero ya no tiene ni sentido.

Y hay minutos que parece que el corazón se me sale por la boca.

Pero luego llega el cerebro y me lo mete otra vez para dentro, hasta el fondo, donde no lo sienta. Ni lo oiga.

Y yo me quedo en medio, mediando entre los dos. Yo.

Y el Ello mi corazón.

Y el Superyo mi cabezota estúpida.

Y el Yo se acurruca en una esquina sin poder decidir, sin siquiera poder moverse.

Y la única fuerza que encuentra la usa para comparar su interior a las teorías de un austriaco chiflado.

Y hasta ve sentido donde nunca antes lo vio.

La niña que se quiso meter en la boca del lobo III

- Silvia, Silvia – dijo entre suspiros - ¿por qué eres tan bonita?
- No lo sé, ¿lo soy?
- Pues claro. Más que la luna llena entre las nubes o la luz del arcoiris – La agarró entre sus brazos y comenzó a besarle el hombro - Tanto como este triángulo de lunares que tanto me encanta, no sé, tanto como todo lo que más me gusta en el mundo.
- Eres un exagerado.
- Soy feliz, denúnciame.
- Yo también soy feliz…
- ¿De verdad? Nunca lo habría dicho, es difícil pensar que puedas ser feliz teniendo en cuenta que planeas eliminarme de tu vida así como así.
- No te entiendo.
- Sí me entiendes. De sobra. ¿Cómo no me vas a entender si llevas meses con ese plan macabro en esa cabecita tuya?
- ¿De qué plan me estás hablando?
- ¡Silvia! No me trates como si fuese un imbécil.
- ¡No lo hago! De verdad que no sé de qué me hablas.

El sudor había empezado a caer a chorretones por la espalda de Silvia y el corazón le latía como si acabase de correr durante horas, respiraba muy deprisa y notaba una fuerte presión sobre el pecho. Sentía la mirada de él sobre su espalda y se agobiaba sólo de pensar en la discusión que se había originado sin tener ni idea de por qué.

- ¿De verdad no quieres volver a recordarme nunca?

En ese momento Silvia se despertó sobresaltada. Miro a su alrededor y vio que el reloj marcaba las 4.32 de la madrugada.
Otro sueño más.
Otra pesadilla más que no sabía si encajar como un mensaje cifrado de su inconsciente gritando desesperado que no lo hiciese o si no era más que un último intento de él de no escapar de su memoria.

qué le voy a hacer

Me apetece… hacerme pequeña, pequeña, pequeña; dejar de existir prácticamente. No sé, me apetece qué Kafka coja mi vida y haga de mí un bicho insignificante y mediocre y retorcerme en la cama hasta morir. Eso me apetece.

O desaparecer entre los recovecos de una lechuga y que toda mi existencia se reduzca a moverme entre sus pliegues, como si la vida sin escarola no fuese vida.
Como si la vida sin ti no fuese vida.

No sé. Me apetece… dormir hasta las mil, sonreír todo el día como una boba y columpiarme entre tus pestañas en los días de verano.

Me apetece que este día acabe ya, que el concierto de Quique no haya sido maravilloso, que deje de llover y que se me quite el mal humor.

En fin,

una mierda;

que me apetecen muchas cosas

y de todas ellas

no tengo n i n g u n a.



**Apetencias escritas con banda sonora de Soke. Que me anima guitarra en mano :)